La obsolescencia programada (OP)
consiste en una limitación que establece el fabricante de un bien, para acortar
su vida útil y así generar más consumo.
La OP es conocida desde hace años y está en el
punto de mira de asociaciones de consumidores y gobiernos porque se considera
una mala práctica comercial.
El primer caso conocido fue el de
las bombillas de filamento incandescente. Al parecer eran eternas –y de hecho
en Nueva York hay una en un parque de bomberos encendida desde hace 100 años -,
y más tarde, para asegurarse su venta, los fabricantes pactaron acortar su vida
a 1.000 horas de uso.
Las maneras de asegurarse que un
producto dura lo justo, ni demasiado poco para que no esté en garantía son
diversas. Desde provocar una avería cara hasta hacer el producto incompatible
con nuevos stándares o requerimientos.
Por ejemplo, para asegurarse que
los televisores actuales no duren eternamente, se les instala una fuente de
alimentación que trabaja muy justa para la tensión que debe dar provocando el agotamiento prematuro de unos condensadores. Costaría lo
mismo hacerla más potente, pero al hacerla justa, sufre un envejecimiento
prematuro y en pocos años debe ser sustituida. También el sistema de carga de
los móviles suele ser especialmente débil para evitar que nos duren demasiado.
En la informática, los sistemas
operativos, especialmente windows y los programas, requieren un hardware cada
vez más potente, haciendo inoperativos los equipos más antiguos. Prueba de ello
es que sistemas libres basados en Linux, no precisan prácticamente más recursos
que hace 20 años.
Incluso ha habido sospechas
fundadas de que había elementos que incorporaban instrucciones en un chip para
provocar en una fecha el cese del servicio de un electrodoméstico ya que había
aparatos que misteriosamente fallaban de repente y todos con una edad muy
aproximada.
Primero Francia y luego toda la
UE, a raíz de asociaciones de consumidores en contra de la Obsolescencia
Tecnológica programada, han empezado a legislar en contra de la OP
estableciendo hasta penas de cárcel, para luchar contra esas prácticas y
conseguir diseños de aparatos que faciliten la reutilización, el arreglo, el
despiece y el desmontaje. También la existencia de repuestos después de
finalizado el período de fabricación del equipo en cuestión.
Es muy difícil en
muchos casos demostrar mala fe, pero en otros se pueden dar pasos en poco
tiempo.
Por ejemplo en el automóvil:
Si se te estropea la bomba de frenado, ahora
tienes que renovar un bloque de piezas de elevado precio ya que incluye la centralita del ABS,
la bomba de pistón, el servofreno y las tuberías de enganche.
En cambio en los
90, no sólo tenías estos elementos por separado sino que existían kits de
reparación, con las piezas necesarias para reparar el elemento estropeado:
(unas arandelas, unas juntas unos retenes y poco más).
Todo para facturar piezas caras y para que el mantenimiento de un vehículo de cierta edad sea insostenible.
Esperemos que este movimiento,
que además tiene repercusiones positivas medioambientales, de sus frutos a
pesar de las presiones de los lobbys y de unos consumidores poco interesados
muchas veces ya que la avería es una disculpa para renovar y disfrutar de lo último.
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